Mujeres, cuerpo y danza
La danza escénica ha significado para las mujeres un espacio de realización fuera del ámbito privado, y se valen de él para desarrollarse integralmente. A pesar de las codificaciones y disciplinas corporales que implica la danza escénica y la hacen ser, siempre está presente en ella el cuerpo viviente y pensante, como una alternativa de construcción plena del ser humano en el hacer-sentir-pensar: es una posibilidad de autoconocimiento, de autovaloración y de transgresión de los patrones dominantes, y un medio para revolucionar al cuerpo.
Por encima de modelos preestablecidos y arquetipos (internalizados, cuestionados y reelaborados) el cuerpo marcado cultural y socialmente de las mujeres es un vehículo privilegiado para la producción de nuevos tipos de discurso, nuevas formas de conocimiento y nuevos modos de práctica. Ello puede llevarse a cabo si esos cuerpos se resisten a adherirse a las relaciones de poder que se establecen en el género.
Esto último sucede con la danza que han hecho bailarinas, maestras, coreógrafas, directoras y promotoras que encontraron en la danza su razón de vida y al mismo tiempo la han ofrecido como parte de ese proceso de construcción. Ellas, al igual que muchas mujeres han demostrado gran fortaleza para realizar su actividad, que necesariamente incluye la disciplina sin concesiones, el esfuerzo físico hasta el límite, el desarrollo al máximo de sus capacidades buscando la perfección, la dedicación y convicción en su quehacer, la capacidad de vencer obstáculos frente a la familia y la sociedad, y ante las limitaciones naturales del propio cuerpo.
Al conocer a artistas como Aurora Agüeria, Tania Álvarez, Evelia Beristáin, Victoria Camero, Lin Durán, Cora Flores, Isabel Hernández, Socorro Larrauri, Josefina Lavalle, Norma López Hernández, Xóchitl Medina, Colombia Moya, Gladiola Orozco, Antonia Quiroz, Laura Urdapilleta y Evangelina Villalón es posible que muchas otras mujeres puedan reconocerse en ellas y sus luchas, a pesar de vivir realidades diversas, y contribuir a la construcción de la «cultura femenina» para alejarla de su condición silenciosa y marginal.
Margarita Tortajada Quiroz